Me busco en todo ese desorden de palabras
que ocupan mis vacíos
mientras intento buscarte en otra parte.
Después de tanto silencio
vuelvo a tener la alegría de escribir.
Las heridas se han convertido en corazón.
Me busco en todo ese desorden de palabras
que ocupan mis vacíos
mientras intento buscarte en otra parte.
Después de tanto silencio
vuelvo a tener la alegría de escribir.
Las heridas se han convertido en corazón.
Pintura: Deb Hudson
La luna lo intenta y, a veces, acierta.
Sí, es imparable
sí, es incansable
sí, es increíble.
Sí, existen las certezas.
Él nunca lo supo.
Huérfano de infancia y de amor
habitaba en un corazón vacío de recuerdos
familiares.
Lloraba aferrado al pasado,
lloraba frente al mar.
Uno: se acabó el extraño.
Dos: ninguna lágrima me sugiere
ya tu recuerdo.
Tres: te he buscado debajo de la cama
como si no hubiese ocurrido nada.
Cuatro: ya no sueño tu presencia.
Cinco: el silencio nunca es demasiado.
Seis: ninguna lágrima.
Siete: ningún dolor.
Ocho: Intento pensarte.
Nueve: nada.
Diez: todo está bien.
Me miro al espejo y reconozco
a la mujer que veo al otro lado.
Una mujer que me busca
y me sonríe.
Una mujer que me sostiene,
una mujer que me mira con amor
y me emociona.
Arden los labios de la noche.
La luna, ansiosa por tener el
tiempo entre sus manos,
corre buscando otro futuro.
Ella le había tocado con sus ojos,
él había guardado su aroma sobre la piel.
Escondieron en la sombra
los nombres abandonados
entre los papeles de ese libro
todavía sin terminar.
Escribieron sobre sus cuerpos
con sílabas de fuego
y nacieron veinte lunas.
¡Querían conquistar el infinito!
Todavía les quedaba tiempo,
el tiempo de un futuro imperfecto,
su tiempo de realidad, de sueños.
Ya no querían adivinar lo cotidiano.
Se fueron a descubrir la vida.
Estoy enamorada del viento,
del invierno en amarillo,
del mar azul,
del sol escalando la montaña.
Sonrío.
Miro al cielo -no veo nada-
sin embargo,
lo tengo todo.
con figuras de palabras,
de sonidos,
que abrieron mis ojos
al ritmo de tu voz,
poesía…
Ha triunfado la infinita gracia
del amor apasionado.
Te amo, te quiero,
poesía…
Acaba de nacer enero en mi piel.
A Carol Rodríguez Franco
Carol escribe cuentos
llenos de magia y de ternura.
Cada vez que pinta un cuadro
toca la luna con sus manos.
Eres tú, Carol,
alegría y amor,
mirada de luz
que camina siempre
con tu bella sonrisa.
Los ojos desnudos de la muerte
ven lo real:
la firmeza del tiempo.
Ella desune cualquier perspectiva.
Deslucida, desatada y desmedida
la muerte se desviste libremente
en la inmensidad del camino.
Habla de lo que fue,
de lo que es
y de lo que será.
Convertida tan solo en una palabra
la muerte queda alejada, distanciada,
desaparecida, imaginada pero firme.
Nadie sabe quién pone el punto final.