Vivo intensamente y lo vivo por ti. Eres mi flor de la mañana, todas las verdades. Por ti el delicado blanco de la hoja nace y renace, juega, dibuja, inventa. A veces, también por ti, he llegado a morir en algún verso. Eres el encuentro, el desencuentro, la risa o el llanto, la pena, la alegría, la nostalgia y el recuerdo, presente y futuro el beso, el momento. Entregada mi mano a ti con su lápiz carpintero, floreciendo, te hablo, te escucho, me estremezco… Escribir es nacer.
Cuenta la leyenda que los enamorados mueren de amor sin saberlo. Se duermen irremediablemente en la mirada de la pasión y quedan estremecidos hasta que los descubre el alba. Aguardan al amanecer con sus manos entrelazadas, piel con piel abrazadas en la apacible calma de la noche. Por la ventana entreabierta se ven todas las formas de sus cuerpos y el calor de sus corazones. No quieren dejarse vencer por la despedida, se resisten al silencio retando al destino para no dejarse morir. Se acarician el rostro antes de volver a casa sin mirar atrás.